El estrés es una reacción natural del organismo.
Diariamente el medio en el que nos desenvolvemos nos exige dar respuestas, para lo cual, el cuerpo y la mente se activan, generando una tensión sana de alerta, esta respuesta llamada estrés es natural en el organismo ante las diferentes situaciones a los que nos enfrentamos.
No obstante, cuando esta tensión se excede en tiempo e intensidad genera un impacto negativo en la persona provocando enfermedades o disfunciones en su vida diaria. De ahí la importancia de que, desde pequeños, desarrollemos las habilidades necesarias para que de forma consciente y voluntaria manejemos de forma óptima el estrés en nuestra vida, y, para lograrlo, resulta vital desarrollar la inteligencia emocional.
Las exigencias laborales y los ritmos acelerados en las grandes ciudades nos han llevado a exigencias que alteran nuestros ritmos naturales de vida, lo que, sin duda, impacta de forma especial a los niños, quienes manifiestan los síntomas de esta vida sobrecargada de exigencias y tensiones, que desencadenan en: agresividad, depresión, problemas de aprendizaje, problemas de atención, apatía, indiferencia, violencia física o psicológica.
Con el fin de evitar consecuencias negativas derivadas del estrés, los padres y maestros deben ayudarles a los niños a desarrollar un sentido de orden, seguridad y bienestar. Por tanto, deben darse las condiciones adecuadas tanto en el hogar como en el salón de clases para favorecer su crecimiento y el desarrollo de la inteligencia emocional, la cual parte fundamentalmente del autoconocimiento y la autorregulación, mediante las cuales los niños podrán enfrentar situaciones estresantes sin que afecten su vida.
En la escuela, hay múltiples factores estresantes, como obtener buenas calificaciones, cumplir con las tareas, estudiar para los exámenes, entre otros aspectos. Sin embargo, todo esto no debe generar estrés en lo alumnos; por ello, es fundamental que los programas de aprendizaje estén centrados en los alumnos, en sus diferentes estilos de aprendizaje y en la estimulación de las inteligencias múltiples, más que solamente en los contenidos. Asimismo, los modelos pedagógicos deben partir de la relación que se vive entre las personas, ya sea entre el maestro con sus alumnos, o las relaciones entre los alumnos como compañeros.
En este sentido, hay propuestas educativas en las que la dinámica enseñanza-aprendizaje parte de la creación de un ambiente favorable para que los alumnos se sientan seguros, cómodos y confiados; donde equivocarse sea parte natural del aprender y, además, el respeto entre los compañeros sea el principio fundamental del trabajo en equipo, donde las diferencias entre las personas no sean motivo de burla ni acoso. En definitiva, la inteligencia emocional es uno de los fundamentos pedagógicos que ayudan al niño a aprender sin estresarse en un ambiente armónico.
Para los padres de familia, es recomendable que en casa acompañen a sus hijos de forma constante, observen sus conductas y respuestas tanto físicas como emocionales ante cualquier situación. Asimismo, es muy importante que los padres faciliten la comunicación con sus hijos y la expresión de sus sentimientos, es decir, no minimizar sus temores o preocupaciones y escuchar con respeto sus inquietudes. La calma y estado de relajación de los padres será el mejor ejemplo para los niños.
Carlos Armando Ávila Cota
Consultor Pedagógico de Amco,
líder en investigación, desarrollo
e implementación de metodologías educativas
www.amco.me