
Una pregunta que escucharás frecuentemente.
Llegaron los tres años y los niños se convierten en pequeños seres inquisitivos, ya que no les vale escuchar un NO sin más, ahora hay una pregunta constante: “¿Por qué?”
Para los padres, escuchar interminables porqués a cada respuesta que dan, suele sacar de quicio. Las explicaciones se terminan y solo se responde con un “porque sí y no me preguntes más”. No nos damos cuenta que su afán de preguntar no es por molestar, sino por su gran necesidad de aprender de la vida; esta pregunta es su herramienta para saciar su curiosidad y, obviamente, como padres debemos estar disponibles a contestarle siempre.
Lo importante no es darle grandes explicaciones, sino saciar su curiosidad. Por ejemplo:
– Mamá ¿por qué no tienes pene?
– Porque soy mujer y no tenemos pene las mujeres.
– ¿Y, por qué?
– Porque los niños pueden hacer pipí de pie y las mujeres no.
En esta conversación no nos adentramos a dar una cátedra sobre órganos sexuales, no nos desvivimos en explicaciones, sencillamente saciamos la necesidad de respuesta del pequeño y lo hacemos con verdad y sencillez.
Algunos porqués de nuestros hijos pueden tener trasfondos importantes como miedos, dudas y buscar medios para entender la realidad que le rodea.
Durante esta etapa lo mejor es ayudarle con paciencia y cariño, contestarle desde el corazón, comentar que no se tienen todas las respuestas o que ambos, padre e hijo, pueden encontrarlas.
La lectura de un libro a esta edad es una maravillosa herramienta para saciar porqués y animarle a ser una persona más segura de sí misma e independiente.